jueves, abril 24, 2014

Blanco sobre negro


Sobre nuestro silencio
germinó una voz desnuda de nosotros.
Una voz trémula de orgasmo,
monstruosa,
suave,
sonriendo nuestros dientes arrancados.

Sobre nuestra apatía,
que tiene nombre y rostro de guadaña,
se fue herrumbrando el recuerdo
de la sangre aún caliente,
de los ojos abiertos sin remedio,
de los puños cerrados para siempre.

El enemigo, creímos,
como todo mal atávico y eterno,
era parte de nosotros.
También así nos equivocamos:
no hay más error,
no hay más cancer,
no hay más sombra
que la de la razón sobre el instinto.

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