domingo, diciembre 14, 2008

Estas navidades, pavo.

[En una casa cualquiera]

"¿A quién se le ocurre?", masculla Marcos, visiblemente molesto por la tarea que le acaban de encomendar. Rellenar el estúpido pavo para la estúpida cena de sus estúpidos padres. Pero maldita sea, ¿qué clase de encargo es ese? ¿Por qué no puede simplemente poner la mesa, o quedarse viendo la tele en el salón? "Rellenar el pavo –Marcos le sacude una patada impetuosa al gato, que bufa y salta sobre la pared del pasillo, arañando el papel pintado–. Voy a rellenar el pavo, sí".


El gato mira desconfiado desde su nuevo recodo favorito del pasillo, merecedor de dicho título por el simple hecho de estar fuera del alcance de las cortas aunque letales piernas del mocoso. Por alguna razón, la sonrisa de medio lado que exhibe su infame propietario no le gusta nada y eso que él es un gato y lo que hagan los humanos le importa bastante poco.

Ya es la hora de cenar, y a Luisa le da la sensación de que Marcos está demasiado callado como para no estar tramando nada. "Hijo, ¿te has lavado las manos?" El niño tiende hacia delante las palmas blancas e impolutas con un silencio burlón. Quizá, piensa Luisa, el niño esté madurando un poco después de todo, y no sea justo condenarlo a esta eterna sospecha. Mientras Manolo escupe un velocísimo y lapidario "Túnoteríastanto" a través de la mesa bien servida, la madre se dispone a trinchar el pavo. Ha sido una idea innovadora, piensa, y después de todo a ver quién compra marisco con la crisis. Total, ya les trae regalos Papá Noel. El pavo y el pudin eran cuestión de tiempo.

El reparto se decide unilateralmente, como casi todo en la casa: Manolo se quedará con el centro, Marcos y Luisa con los laterales. Un poco de relleno asoma, blanquecino, entre los cortes certeros del jamonero que empuña la madre. Manolo sabe que se ha quedado con casi todo, y que su mujer y su hijo tocarán a poco, pero el gordo que lleva dentro (y fuera) sólo piensa en su inmensa porción de pavo, y en el abundante relleno. "Que aproveche", alcanza a balbucir mientras un hilo de saliva se descuelga con prudencia elástica al inclinarse sobre el primer bocado, tomado de la periferia de su pantagruélica ración. Manolo echa una ojeada malhumorada al niño, que sigue más callado de lo normal, y despieza ahora su trozo de pavo con parsimonia, sin dejar de mirar a sus padres con una desviación casi imperceptible de la comisura derecha.

"Venga, mira pa'l plato y come", le bufa su padre. Marcos baja la vista, marcando los tiempos con profesionalidad luciférica. Vuelve a mirar, convenientemente, cuando Manolo se dispone a atacar el grueso de su plato. La incisión premonitoria encuentra una blanda pero densa resistencia. El hombre fulmina una vez más con la mirada a su hijo mientras aplica una moderada fuerza tenedoril al servicio del peliagudo despiece. "Que comas, cagonlavirgen". Marcos mantiene los ojos fijos en su padre, que vuelve con tesón a su tarea. El tenedor hace a un lado la mitad de la pieza seccionada, y la verdad desagradable asoma. Una sinfonía de gruñidos, ruido de cubiertos, sillas deslizándose, risas atropelladas y juramentos en arameo se sobrepone a las súplicas de paz de Luisa.

El gato apenas tiene tiempo de hacerse a un lado cuando el pequeño demonio pasa corriendo por el pasillo, rojo de risa y esfuerzo. Menos suerte tiene apenas un segundo después, cuando la pezuña del sufrido padre de familia impacta de lleno en su lomo. "Yo lo mato, puto niño, es que puto niño lo reviento déjame Luisa que lo reviento me cago en todo lo que se menea y en el gato este de mierda qué hostia me he dao joder joder joder". Y el gato este de mierda se acurruca en su nuevo recodo favorito, contento de saber que, por fin, sus aportaciones digestivas son aprovechables y bienvenidas.

1 comentario:

Tiny dancer dijo...

he de decir que el texto acaba mejor que empieza, el principio es pulible.

respecto a tu comentario en mi blog, no sé si es una ironía sarcástica jorgiana que por la distancia no pillo o estás en serio... si es lo primero, que te den :p; si es lo segundo, me alegro que pienses así, que es muy frustrante que sólo te asocien con palabras malsonantes al oído extranjero como "cojín".