Siempre me ha llamado la atención la predisposición al dolor de los seres humanos. De hecho, encuentro completamente cómica la típica frase de "¡vaya masoca!". Como si no lo fuéramos todos, vamos. La verdad es que me gustaría considerarme una excepción, pero cada día que pasa me doy cuenta de que soy tan vulgar como cualquiera. Algo idiota sí que seré, entonces.
Cada vez que veo una pareja que se rompe por infidelidad, busco esperanzado el motivo, a ver si por una vez no es lo de siempre. Pero la respuesta es invariable: no había emoción. Lo gracioso del asunto es lo que entiende la gente por emoción: peleas. Celos. Envidias. No basta con amar, y ser correspondido. Hay que dejar bien claro que somos animales: Territorialidad, es lo que queremos. Mucha gente, de hecho, es macabramente feliz viendo cómo su pareja se parte la cara con otra, o con otro, por ellos.
Los realities nos muestran a pobres diablos televisando sus miserias y su dolor, para que la muchedumbre hambrienta pueda reírse tranquila, y olvidar que son tan tristes como ellos. Y sin embargo, ahí siguen, año tras año, esos escenarios del escarnio público. Yo que sé, cada día os entiendo menos. Cada día me entiendo menos a mí.
Joder, ¿tanto costará limitarse a ser feliz?
sábado, abril 01, 2006
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